tenías preparado tu puño de hierro
el tiempo no importaba
no había prisa
yo estaba amordazada
y sabiamente golpeada
no me quedaban ya fuerzas
para defenderme de tu estaca
la mesa clavada en las costillas
y las piernas abiertas
con las manos voluntariamente
juntas en la espalda
esperando, respirando entrecortada
con los ojos cerrados
rendida,
derretida
viernes, 6 de mayo de 2011
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